bastante moderna, como que se ha familiarizado en la lectura con los tratadistas ingleses y norte-americanos de la ciencia constitucional.
Solo le falta una cosa: que, al utilizar sus abundantes recursos oratorios, arraigue en sus colegas el convencimiento de que jamás deja de ser la justicia el numen de sus inspiraciones, y la sinceridad el diapasón de sus acentos.
Y sobre todo, un consejo amistoso: deje de lado el mote noli me tángere! especie de imán que solo atrae disgustos, y no pocas decepciones.
Por algo se llama público al hombre que trabaja en alguno de los géneros del gran teatro social.
La discusión de sus aptitudes, de sus actos y de sus tendencias, es el impuesto que cada personalidad política tiene que pagar á la opinión para adquirir el derecho de dirigirla ó educarla.
Y nadie puede ni debe temer la crítica, cuando en esta se procura mantener elevado el nivel de los juicios, el peor de los cuales valdrá mas que todas las alabanzas banales y que todas las censuras mordaces.