ó cierra las puertas del Presupuesto á nuevas afines en décimo grado de alguno de los tantos servidores de la Pátria, que canoniza deplorablemente el senador jujeño señor Tello.
Pero fuera de ese variable auditorio del Diputado Tagle, su palabra no decide la concurrencia de ningun parroquiano de las tribunas reservadas ó de la barra.
Tampoco tiene el diputado cordobés esos recursos oratorios que, como bruscas inyecciones de morfina, escitan el sistema nervioso de los oyentes, sacándolos inopinadamente de la apatía derramada por un exordio aburridor.
Ni la voz de Tagle, suficiente apenas para ser escuchada por el que la atienda, se presta para los golpes de efecto, ni posee un timbre suave y agradable, pero ni tampoco un estilo que aligere el peso de la elocución.
Habla como conversa. Esto suele constituir un género oratorio, bastante fecundo en labios de Wilde, de Posse, de Mansilla y de Calvo.
Pero Tagle no sabe ó no quiere esplotarlo.
De ahí que su frase, llana y concisa, se resiente de falta de desenvoltura, trabada por las exigencias reglamentarias.
Tiene mayor colorido la palabra de Tagle, ribeteada con un tonillo poco perceptible, fácil