su cabeza, mientras dormitan las pasiones de su alma.
Su improvisación adquiere no pocas veces un vuelo mental extraordinario.
Y sin embargo, su limitado registro vocal le corta las alas.
El acento normal de Villamayor es agradable; pero dejaria de serlo para degenerar en monótomo, si el mismo orador no diese colorido á sus párrafos, filando musicalmente á través de su escasa «voz media», y aguijoneando la atención del auditorio con sus notas agudas.
En cuanto á su estilo, no es original, pero ni tampoco vulgar.
Lo esfuma literariamente con sobriedad, pero con delicadeza. Esto es signo de hombre práctico, y á fé que no marra en el presente caso.
¿Han meditado ustedes alguna vez sobre esa operación literaria que se llama «rematar un párrafo improvisado»?
Esto si que es la piedra de toque del que ha nacido con lengua de improvisador!
Ademas, sin saber si ustedes se han fijado en