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RODOLFO LENZ

ciales i naturales. si no hai otras joyas que ponerle, hacen estrellitas i otros adornos de papel dorado i plateado i le echan chaya i serpentinas encima. Así se coloca el anjelito sentado en una silletita encima de una mesa, a la cual se da colocación contra una pared del rancho, si es posible frente a la urna, el sagrario de la casa donde alrededor de un crucifijo e imájenes de santos se guardan los chiches que los padrinos regalan en los bautismos. Al lado del cadáver se ponen en la noche velas encendidas i se convida a los amigos de la casa al velorio. Si entre ellos no hai un cantor, se busca a uno a propósito, aunque sea contra pago. El músico con el guitarrón, o a falta de tal, con una guitarra, para la cual hai que trasponer las melodías correspondientes, se sienta al lado del «anjelito» i preside la ceremonia. Así canta a veces alternando o acompañado de otros hombres durante toda la noche, versos a lo divino, de Dios, los santos, la muerte i la vanidad del mundo, i, en particular, los versos del anjelito en los cuales la huahua se despide de sus padres i padrinos i de todos los parientes. Las mujeres normalmente no cantan, sino que rezan.

Es indispensable remojar las gargantas de todos los asistentes con toda especie de refrescos, vino, cerveza, chacolí, chicha, ponches i los demás productos de la industria casera de bebidas, jeneralmente alcohólicas, según lo permita la estación del año i el bolsillo de los padres. La fiesta se trasforma en una remolienda. A media noche se sirve una comida (o cena) i la fiesta continúa hasta el amanecer. Entonces se sirve un ponche caliente (gloriao), se cantan las últimas canciones en que el anjelito se despide defi-