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MEMORIAS CIENTÍFICAS I LITERARIAS

nitivamente, dando las gracias por todos los beneficios i cariños que ha recibido en su corta vida.

Al fin se coloca al anjelito en el ataud (cajón) i los hombres lo llevan al cementerio (panteón), sea a pie o en coche. En el campo, cuando el cementerio está distante, toda la comitiva va a caballo; uno de los padrinos lleva el cajón.

A veces sucede, sin embargo, que la fiesta se repite con el mismo anjelito en casa de un amigo, i aún, que padres demasiado pobres para celebrar el velorio, presten o arrienden el cadáver a un vecino para dar ocasión a la fiesta. El pueblo no considera tal muerte del anjelito como una desgracia mayor, porque, según la creencia popular, puede ser mui útil tener un anjelito en el cielo que pueda rezar por los pecados de sus parientes. No sólo entre la clase más baja e ignorante se puede oir que se diga como consuelo a una madre que perdió su hijo: «Ya tiene un anjelito más». La disposición de los ánimos durante el velorio, con ayuda del alcohol, está lejos de ser desesperada, de modo que los asistentes se permiten bromas como las que espresa el versito:

Qué glorioso l'anjelito
Qu'ehtá sentao en arto;
no se dehcúiden con él,
que puede pegar un sarto.

Como ejemplo de «Versos de ánjeles» citaré la composición siguiente de Guajardo (tomo II, páj. 65):