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Página:Suarez Tesoro Ninias.djvu/36

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padres, queeran otros pajaritos. No puede Ud, figurarse, mamá querida, cuánta Úistima me daba verlos volar de rama en rama, indicando sobratamente con su arpada lengua lo mucho que sentian por verse privados de sus hijitos.

—H tiones razon, Emilin; ya ves cuán sensible me seria a mí el perderos.. Pues bien, los animales nu sienten ménos a sus hijos,

En esto los dos niños dejaron la lectura, e interrumpieron a su mamá de esla manera:

—¿Con qué Ud. no quiere que tomemos nidos?

—Yo no quiero os ejerviteis en la escuela de la crueldad. El que se hace insensible con tales costumbres, va adquiriendo ua hábito pernicioso, que lal vez le allana la senda del crimen.

Los niños prometieron enlónces asu mamá no volver a causar el menor daño a los animales inucentes, ida linda Emilia conti- nuó leyendo la poesía de Villegas que diera oríjen a esta digre= sion, i que dice asi:






Yo vi sobre un tomillo Ya cansado callaba, Quejorse un pajarillo, Tal nuevo sentimiento Viendo su nido amado, Ya sonoro volvia:

De quien era caudillo, Ya cirenlar volaba,

De un labrador robado. Ya rastrero corria,

Vile mui congujado Ya, pues, de rana en rama Por tal atrevimiento Al rústico seguia,

Dar mil quejas al viento, L asaltando eu la grama Para que al cielo santo Parece que dec

Lleve su lierno Manto, Dame, rústico fiero, Lleve su triste acento. Mi dulce compañia:

Ya con triste armonia I que le respondia Esforzando el intenlo, El rústico: no quiero.

Mil quejas repelia; XVII.

La leona agragecida,

Cuando los españoles fundaban la cindad de Buenos Aires en