— ¡Canallas, ladrones!, pudo esclamar despues de un momento con voz enronquecida. Con la cabeza echada atras, el cuerpo erguido, destacándose bajo las ropas húmedas i ceñidas los amplios hombros i el combado seno, quedó un instante en actitud de reto, lanzando rayos de intensa cólera por los oscuros i rasgados ojos.
— ¡No rabies, mujer, mira que ofendes a Dios!, profirió alguien burlonamente entre la turba.
La interpelada se volvió como una leona
— ¡Dios!, dijo, para los pobres no hai Dios!
I lanzando una mirada furiosa hacia la ventanilla, esclamó:
— ¡Malditos, sin conciencia, así se los tragará la tierra!
Los capataces sonreian por lo bajo i sus ojos brillaban codiciosamente contemplan a la real hembra. La viuda arrojó una mirada de desafio a todos i volviéndose ha-