por todas vías impedirlo, hasta ponerse en venir de Macan de noche con embarcaciones al Pinal á poner fuego al navío de los Castellanos, que no pudo tener efecto, porque habiendo sido sentidos, se les hizo la resistencia necesaria, y siempre se hizo buena guardia al navío, hasta que salió de allí, acabados sus negocios y empleos, con mucho gusto de los Chinas, y con chapas y provisiones que le dieron para lo de adelante. Llegó á Manila en principio del año de mil y quinientos y noventa y nueve.
Despues que don Luis Dasmariñas tuvo aderezados dos navíos medianos, y una galeota con doscientos hombres de su compañía, que le quisieron seguir en esta empresa á Camboja, de los que andaban á Manila sin sueldo, con los bastimentos y municiones necesarias y bien armados, y en su compañia Fr. Alonso Ximenez, y Fr. Diego Aduarte, de la orden de Santo Domingo; y la de San Francisco, Fr. Juan Bautista, y algunos Japones y Indios naturales de Manila, se hizo á la vela (de la bahía con la armada) mediado el mes de julio[1], del año de noventa y ocho, con los tiempos algo contrarios, por haber entrado los vendabales, pero el deseo de hacer su viaje y no perder tiempo, y salir de Manila (que era la mayor dificultad) le hizo no reparar en lo del tiempo; parecióle, que salido á la mar, se podría entretener en la costa, en el puerto de Bolinao.
Esta traza no salió tan bien como don Luis pensó, porque luego que la armada destos tres navíos salió de la bahía, le cargó tanto el tiempo, que no pudo tomar el puerto de Bolinao, ni tenerse en la mar; y haciendo agua la Capitana, volvieron los navíos á la boca de la
- ↑ Según esto, habían estado dos meses navegando en la bahía de Manila, porque Fr. Diego Aduarte dice que salieron de ella á 17 de Setiembre (pág. 211). No fuera la expedición á instancias de los religiosos, ya habrían visto en estos contratiempos la mano de Dios etc., etc. Tal vez los bonzos de Camboja vieran en ellos la protección de Budha contra el Dios de los Españoles.