vecino. El gobernador era impedido para salir en persona, y vía que toda la gente de la ciudad daban intencion, de que si saliese con el armada el doctor Antonio de Morga, irían con él, y no se repararían en dificultades que se les ofrecían, que entendida por el gobernador la voluntad de los que podían embarcarse, y que por otro camino no se podía efectuar lo que se deseaba, y que la dilacion de cada día era de grandísimo daño; llamó á la ciudad al Oydor, y le trató del negocio, y para que no se le excusase, proveyó un auto, que luego se le hizo notificar con el secretario del gobierno, ordenándole de parte de su Magestad se embarcase, fuese por general y cabo de la armada, en busca y seguimiento del corsario, porque de otra manera, segun el estado en que las cosas estaban, no podía tener el fin que convenía. El Oydor, pareciéndole que si lo dejaba de hacer, se le pornía culpa de haber dejado pasar tan forzosa ocasion, del servicio de Dios y de su Magestad, y del bien de toda la tierra, y que las cosas de la guerra habían estado á su cargo, y las había manijado por mar y por tierra, y que se le podría ser mal contado volver las espaldas en esta coyuntura, buscándole para ella; en especial, haciendo papeles sobre ello el gobernador; para su descargo obedeció lo que se le ordenó por el auto del gobernador, y su respuesta, que á la letra es como se sigue:
»En la ciudad de Manila, á primero de Diciembre, de mil y seiscientos años, el señor don Francisco Tello, caballero de la orden de Santiago, gobernador y capitan general destas islas Filipinas, y presidente de la audiencia real que en ella reside, dijo. Que por cuanto, por haber venido á estas islas dos navíos de enemigos