y matando, hasta la mitad del cerro, que como de allí adelante, los caminos eran tan estrechos y fragosos, se retiraron por la mucha versería, que de lo alto se disparaba, y piedras grandes que venían rodando, echadas á mano, y se volvieron á su alojamiento. Otros muchos días se hizo fuerza en volver á subir á el fuerte, y no se hizo efecto; con lo cual Gallinato, (viendo que la guerra iba mas á la larga, de lo que se había entendido), hizo dos fuertes, uno donde tenía sus navíos, para defensa dellos y del puerto; y otro media legua mas adelante, en sitio apropósito en que se pudiese recoger, y entretener con el campo. Eran de madera y fagina, guarnecidos con la artillería que llevaba, en que se metió, y de allí salía amenudo corriendo la tierra, hasta el fuerte del enemigo, en que siempre le tuvo encerrado, sin que jamas quisiese bajar ni rendirse, y persuadido, que los Españoles no podían detenerse mucho tiempo en la isla. Viendo Gallinato, que las aguas estaban á priesa, y los bastimentos se le iban acabando, y no se habia hecho lo que se pretendía, ni con lo que le quedaba se podía concluir, y que el enemigo Mindanao, con otros sus aliados publicaban, juntaban gruesa armada para echar de Joló los Españoles, envió aviso de todo lo sucedido al gobernador de Manila con la pintura de la isla y fuerte, y dificultades que la empresa tenía, en un navío ligero, con el capitan y sargento mayor, Pedro Cotelo de Morales, por fin de Mayo de seiscientos y dos, para que se le enviase orden de lo que había de hacer, y el socorro de mas gente y bastimentos que era menester; encargándole, volviese con brevedad con la respuesta.
Cuando en el reyno de Camboja mataron el Moro Ocuña Lacasamana, y sus parciales, á Diego Belloso y á Blas Ruiz de Hernan Gonzalez, y los Castellanos y Portugueses de su compañía; se dijo que Juan de Mendoza Gamboa, en su navío, con el padre Fr. Juan Maldonado y su compañero, y con don Antonio Mala-