por este camino la había Dios vuelto á abrir, acordó de hacer lo que el rey le pedía; y en principio del año de seiscientos y tres, envió una fregata á Camboja, con cuatro religiosos de la orden de santo Domingo; por cabeza dellos, fray Iñigo de Santa María, Prior de Manila, y cinco soldados, para su compañía; y entre ellos, el mismo Juan Diaz, para que diesen al rey la respuesta de su recaudo, en confirmacion de la paz y amistad que pretendía; y que, segun la disposicion que hallasen, quedasen los religiosos en su corte; y avisasen de lo que les parecía. Esta fragata llegó á Camboja, con buenos temporales, en diez días de navegacion, y subidos á Chordemuco los religiosos y soldados de su compañía, el rey los recibió con mucho contento. Luego les hizo Iglesia, y dió arroz para su sustento, y libertad para predicar, y hacer Cristianos, que pareciendo á los religiosos negocio del Cielo, y en que se podrían ocupar muchos obreros, avisaron luego á Manila, de su buena estada y acogida, en la misma fragata, pidiendo licencia al rey, para que volviese á Manila. El rey se la dió, y el avío necesario para su navegacion; y juntamente envió un criado suyo, con un presente de colmillos de marfil, y menjui y otras curiosidades para el gobernador, con carta suya, agradeciéndole lo que hacía, y pidiéndole mas religiosos y Castellanos. Embarcóse en esta fragata fray Iñigo de Santa María, con otro compañero, para venir á dar mejor relacion de lo que había hallado, que de enfermedad murió en el viaje. El compañero, y los que en la fragata venían, llegaron á Manila, por Mayo de seiscientos y tres, y dieron razon de lo que en Camboja había sucedido.
Por fin del mismo mes de Mayo, llegaron á Manila dos naos, de la Nueva España, general don Diego de Zamudio, con el socorro ordinario para las Filipinas; túvose nueva, que quedaba en Méjico fray Diego de Soria, de la orden de Santo Domingo, Obispo de Ca-