que tomaron las armas para impedirlo, y á los Españoles les fué forzoso tomarlas tambien. Llegó el negocio á términos, que unos y otros se quisieron dar la batalla, fuese entreteniendo por algunos medios; hasta que por diligencia de algunos religiosos, los Japones se redujeron, y despues se embarcaron los que mas se pudieron echar, aunque muy á disgusto suyo. Fué esta una de las ocasiones de mas peligro, en que Manila se ha visto; porque los Españoles eran pocos, y los Japones mas de mil y quinientos, gente gallarda y de mucho brío, y si vinieran á las manos en esta coyuntura, los Españoles lo pasáran mal[1].
Entrando el gobernador en Manila, trató luego de las cosas de su gobierno; y particularmente del despacho de dos naos, que habían de ir á Nueva España, asistiendo por su persona, en el puerto de Cabit, al aderezo y carga dellas, y embarcacion de los pasajeros. Sintióse algo indispuesto del estómago, que le obligó á volver á Manila, y hizo cama; crecióle el dolor y vascas, con tanta presteza, que sin poderle dar remedio, murió con grandes congojas, día de San Juan, con mucha lástima y dolor de la tierra; y particularmente lo mostró y dió á entender el rey de Terrenate, que siempre había recibido dél mucha honra y buen tratamiento. Túvose sospecha que la muerte había sido violenta, segun el rigor y muestras de la enfermedad; y creció la sospecha, porque habiendo abierto su cuerpo, médicos y cirujanos declararon por las señales que en él vieron, haber sido tosigado, que hizo mas
- ↑ También sucedieron otros disturbios, por haber esparcido los enemigos de D. Pedro la noticia de que había fracasado la expedición, y la muerte de la mayor parte de los expedicionarios. «Esta fama, llegada á oídos de los Indios, hizo tanto daño, que los comenzó de amotinar, particularmente en las Provincias de Camarines y Pintados. Y los Frailes que atendían á su doctrina, ya no se podían valer con ellos, porque decían, que pues los Malucos quedaban victoriosos, ¿para qué habían de ser ellos sujetos á los Españoles? Que no los defendían de los moros. Que cada día les robarían con el favor de Ternate y que peor sería de aquí adelante.» (Arg. lib. 10.)