otras hechas de hojas de plántanos[1], que llaman medriñaques.
Las islas de Babuytanes son muchas islas pequeñas, que están á la cabeza de le provincia de Cagayan, de Naturales, que su principal granjería es venir á Cagayan en Tapaques, con puercos, gallinas, bastimentos, y lanzas de ébano que rescatan. No estan encomendados, ni se cobra dellos tributo, ni hay Españoles entre ellos, por ser gente de menos razon y policía; y así, ni se han hecho en ellas cristianos, ni tienen justicias[2].
Otras islas hay á la otra cabeza de la isla de Luzon, frontera de la provincia de Camarines, en catorce grados de altura, á la parte del Norte, del embocadero del Espíritu Santo, que se llaman los Catenduanes; son islas bien pobladas de Naturales y buena gente, encomendados todos en Españoles, con doctrina é iglesias, y alcalde mayor, que les hace justicia; son los mas labradores, y otros entienden en lavaderos de oro, y en rescates de unas islas á otras, y á la tierra firme de Luzon, que está muy cerca dellas[3].
- ↑ Quizás aluda Morga al sinamay, tejido con abaká, ó filamento del plátano Musa textilis; el abaká se saca del tronco y no de las hojas.
- ↑ Son además de esto unas islas tan pepueñas que por el poco provecho que después podrían dar, no excitaban ni el celo ni la caridad de los misioneros.
- ↑ Los de estas islas eran grandes carpinteros y constructores de navíos «que los hacen muchos y muy ligeros y los llevan á vender por la comarca con un modo bien extraño: hacen un navío grande sin cubierta ni clavo de hierro, ni ligazon, y conforme á la medida de su hueco, hacen otro que cabe dentro de él; y dentro de aquel, otro y otro, de manera que en un biroco grande vienen diez y doce navíos que les llaman biroco, virey, barangay y binitan.» Iban «pintados, y eran grandes remadores y marineros, que aunque se aneguen muchas veces, no se ahogan.» Las mujeres son muy varoniles. «No beben de los ríos aunque el agua es muy linda por que tienen asco… El traje de las mujeres es honesto y galán, porque traen sus sayas á la Bisaya, de medriñaque fino y sus lamboncillos que son como
á una octava parte del valor real, ya les engañaban en las medidas, etc., etc., lo que desaminó tanto á los industriosos Filipinos que fueron abandonando poco a poco sus telares, rompiéndolos y quemándolos como el motivo por el cual eran vejados y oprimidos.