frutos de la tierra) de China, Japon, Maluco, y Malaca, Sian y Camboja, y Borneo y otras partes, en que hacen sus empleos, y cada año los cargan en los navíos que salen para la Nueva España, y agora para el Japon, donde la seda cruda tiene mucha ganancia, de do se les trae el procedido, cuando vuelven á Manila, que hasta aquí ha sido de grandes y lucidas ganancias.
Por haberse engrosado tanto este trato, que hacía daño y perjuicio á las mercaderías de España, que se cargaban al Perú y á la Nueva España, y á los derechos reales, que por razon dellas se cobran, y haberse acodiciado los hombres de negocios de Méjico y el Perú, á tratar y contratar en las Filipinas, por mano de sus encomenderos y factores; de suerte, que cesaba en la mayor parte el trato de España, y enviaban mucha plata á las Filipinas para sus empleos, que por aquella vía cada año salía de los reynos de su Magestad, á poder de infieles[1], se prohibió, que no tratasen, ni contratasen en las Filipinas, ningunas personas de la Nueva España el Perú, ni se llevasen las mercaderías de China á aquellas partes; y se dió licencia á los vecinos y estantes en las Filipinas para que ellos solos, puedan contratar en dichas mercaderías, y cargarlas y embarcarlas, con que las lleven ó envíen, con personas propias de las islas, para que las vendan; y que, de lo procedido de dichas mercaderías, no se lleven
- ↑ Esto es, á China, porque las Filipinas apenas sacaban provecho de este activo comercio, sino más bien todo lo contrario. El Almirante D. Jerónimo de Bañuelos y Carrillo pedía en la «Relación de las Islas Filipinas que dirigía al Rey: «Que se permitiese á los habitantes de las Manilas cargar tantos barcos como pudiesen de cosas que produce el país: como son cera, oro, perfumes, marfil, lampotes que deberían comprar de los naturales del país, impidiéndose de ahí que los rendan á los holandeses; así se harían de esos pueblos, pueblos amigos, abastecerían á la Nueva España de sus mercancías, y el dinero que se llera á Manila, no saldría de esta plaza… Vuestra Excelencia debe considerar que entra cada año un millón y medio en oro en la China.» Este comercio fué solo provechoso para el celeste Imperio y algunos particulares de Manila: para España fué fatal, y perjudicial para las Islas, cuya industria fué muriendo poco á poco á semejanza de la de la Metrópoli.