no se desembarque nadie del navío, ni entre de fuera en él, hasta estar visitado, y por la seña, que la centinela hace con fuego desde la dicha isla, y aviso que envía á la ligera á la ciudad del navío que es, y de á do viene, y que gente y mercaderías trae, primero que llegue á surgir de ordinario lo sabe el gobernador, y la ciudad[1].
En llegando y surgiendo, van los oficiales reales á hacer la visita, y registro de las mercaderías que trae, y se hace en forma, y juntamente la avaliación de lo que en Manila valen; porque paga luego tres por ciento, de todo ello á su Magestad; hecho el registro y avaliación, luego va sacando por otra mano las mercaderías, en champanes, y las llevan al Parián, ó á otras casas y almacenes, que tienen fuera de la ciudad, y allí la venden con su libertad.
En el navío no se perrnite á ningun Español ni Sangley, ni otra persona, que vaya á comprar ni resgatar mercaderías y bastimentos, ni otra cosa alguna, ni que en sus casas y almacenes (cuando las tienen en tierra) se les tomen ni compren con fuerza y violencia, sino que el trato sea libre, y los Sangleyes hagan de sus haciendas lo que quisieren.
El precio de ordinario de las sedas crudas y tejidas, y manterías, que es lo mas grueso que traen, se hace de espacio, y por personas que lo entienden, así por parte de los Españoles, como de los Sangleyes, y lo que se les da por ellas, es plata y Reales, que no quieren oro, ni otros algunos rescates, ni los llevan á la China; y todo el empleo ha de estar hecho en todo el mes de Mayo poco mas ó menos, para que el Sangley se pueda volver, y para que el Español lo tenga á punto, para cargarlo en los navíos, que por fin de Junio salen á la Nueva España, aunque tambien, los
- ↑ Con muy pocas diferencias, continúan este uso y esta etiqueta aun hasta el presente.