mio de haber descubierto la vuelta. Llegó con brevedad, y dió nueva de haber visto las islas y descubierto el viaje, diciendo algunas cosas á propósito de su venida, sin recaudo del Adelantado, ni aviso de lo que le había sucedido. Don Alonso de Arellano fué bien recibido de la Audiencia que gobernaba, donde se trató de premiarle, y á su piloto; como se hiciera, si la Capitana del Adelantado no llegara también á este tiempo[1], habiendo hecho la misma navegacion, con relacion cierta de lo sucedido, y estado en que las cosas quedaban y poblacion de Sebú; y dando cuenta como don Alonso de Arellano con su navío, sin tener orden, ó necesidad para ello, se había adelantado de la Armada á la entrada de las islas, y nunca más había parecido; y que de mas de las islas que quedaban de paz, y en la obediencia de su Magestad, había otras muchas grandes y ricas, pobladas de gente, bastimentos y oro, que esperaban pacificar, y reducir, con el socorro que se pedía, que á todas había puesto por nombre el Adelantado (por contemplación de su Magestad) las islas Filipinas[2]. El socorro se le envió luego, y se ha ido continuando todos los años conforme á las necesidades que se han ofrecido con que se ha ganado y sustentado la tierra.
Teniendo noticia el Adelantado de otras islas que estaban en contorno de Sebú, abundantes de bastimentos, envió á ellas algunos Españoles, que trujesen los Naturales de paz, y arroz para el campo, con que se entretuvo y sustentó lo mejor que pudo, hasta que habiendo pasado á la isla de Panay, envió de allí á Martin de Goiti su Maese de Campo, y otros capitanes con la gente que le pareció bastante á la isla de Luzon, guiándolos un principal, natural della, nombrado Mao-