había pasado. Y para mejor negociar con él, hicieron una carta de embajada, en nombre de el gobernador de Manila[1], porque Gallinato traía la que el gobernador les dió. Sirvió esto de poco, porque Anacaparan no sólo no les dió audiencia, pero habiéndoles quitado las embarcaciones, los tuvo tan apretados en un alojamiento fuera de la ciudad, y tan amenazados, de que sino volvían luego á los Chinos los navíos y lo les habían tomado[2], los había de matar: que ya deseaban volver á Chordemuco, á meterse en los navíos, por mas seguridad; y se determinaron á ponerlo en ejecucion como pudiesen.
La necesidad, y el verse en este peligro, les puso ánimo para salir del (aunque con mucho riesgo) una noche, buscando el paso para atravesar el río, á la parte de la ciudad, lo pasaron con las armas en la mano, á deshora y con el mayor silencio que pudieron, y viéndose cerca de la ciudad, creciéndoles el ánimo y
- ↑ Este es otro paso tan innoble como insensato, impropio de la lealtad castellana: ni tenían por qué falsificar una carta, ni debían adelantarse á lo que Gallinato, como jefe de la expedición, pudiera disponer, ni hacer creer que el gobernador de Manila escribía amigablemente á Anacaparan, á quien consideraban como usurpador, si querían reponer en el trono á Phra Unkar. Todo esto era sin duda admisible para la política de entonces, á fin de ganar tiempo; pero Fray Alonso Jiménez, que pretendía nada menos que civilizar á los Cambojanos y llevarles el conocimiento de la verdadera Fe y de la verdadera Religión, no ostentaba cualidades más nobles, y si era buen falsificador de cartas, era en cambio mal político, pues, ¿cómo iba á creer Anacaparan en aquella carta? ¿Por qué no se la habían entregado antes y por qué precisamente ahora? ¿Por qué la carta no estaba en poder del jefe? ¿por qué disponían de ella sin saberlo éste? Si el jefe era Gallinato, con éste había de tratar y no con Fr. Alonso Jimenez. Afortunadamente España tiene muchísimas páginas de gloria, porque sino, con tales aventureros se daba buena idea de una nación civilizadora.
- ↑ Este Anacaparán no parece tan tirano como le quieren llamar: un tirano hubiera confiscado para sí estas haciendas, cuyos primitivos dueños habían sido muertos; y este rasgo de declarar una peligrosa guerra á un poderoso enemigo, con quien antes quiso contemporizar, sólo por restituír á los Chinos lo que era suyo, es sin duda mucho más laudable, más humano y leal que el arrojar de su reino despojados de sus bienes y haciendas á miles de súbditos, sólo por permanecer fieles al Dios de sus Patriarcas y ser los más débiles.