navíos, y de los que en él venían, y que atrás venía mucha mas gente y su intento, aunque no le pareció que sería muy á su propósito, disimuló con ellos, hasta ver lo que el tiempo haría. Habían entrado en el mismo tiempo seis navíos de Chinas en Chordemuco, con sus mercaderías: y sacándolas á tierra, que por ser muchos en número, y aborrecen los Españoles, habían tenido con ellos muchos atrevimientos y demasías[1], que obligaron á los Españoles, por su reputacion, y satisfacerse de las injurias recibidas, á tomar contra ellos las armas; como lo hicieron, matando muchos Chinas, y apoderándose de sus navíos, y cuanto en ellos tenían; de que Anacaparan se mostró sentido, y deseoso de que los Chinos se vengasen, y ser en su ayuda. Para remediar este daño, pareció á Fray Alonso Jimenez de la orden de Santo Domingo, que con los Españoles se hallaba, que en compañía de Blas Ruiz y Diego Belloso, y hasta cincuenta Españoles, y algunos Japones y Luzones, dejando los demas en guardia de los navíos en Chordemuco, subiesen en embarcaciones menores á Sistor, á verse con Anacaparan y darle escusas y satisfaccion[2], de lo que con los Chinas les
- ↑ Los comerciantes chinos se creerían tal vez ser los más fuertes, porque esta nación―y sobre todo sus mercaderes―siempre ha sido humilde y pacifica, pero muy insolente cuando se cree poderosa. Pagaron con su muerte y sus haciendas el grosero error de suponerse, siendo meros tratantes, más fuertes que los expedicionarios guerreros, armados y prevenidos para una campaña.
- ↑ Este paso daña á la causa de los Españoles, porque, si habían obrado justamente, no debían dar excusas ni satisfacciones. En efecto, encontrándose Españoles y Chinos en otro reino, bajo un gobierno que reconocían, antes de rengar violentamente las ofensas, debían haberse quejado al Rey, y sólo en el caso de no ser atendidos, se podía tomar venganza para salvar el honor de la nación. Que los Españoles reconocían á Anacaparan, lo prueba el paso que después dieron. El P. Diego Aduarte pretende, sin embargo, en la historia que escribió, que habían prevenido antes al Rey, pero se contradice en muchos puntos, y su relato es más bien una defensa que una severa narración verídica de los hechos en que él había tomado parte; por eso preferimos la del autor De Morga, que por su cargo debió entonces haber tenido ocasión de apreciar mejor los hechos. Aduarte, aunque contemporáneo, escribió su historia con posterioridad a la de nuestro autor.