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4. «¡Bueno!» exclamó, «las ciruelas están maduras, y en este momento no hay nadie en la quinta. Apro- vechemos de esta ocasión para comer ciruelas con en- tera libertad y á nuestro gusto.»
5. «Tú olvidas entonces, mi querido Enrique», le dijo Julio, «que nuestros padres y nuestro maestro nos
han recomendado siempre no tomar jamás los
ajenos.
bienes
En cuanto á mí, yo quiero continuar mi ca-
mino, y te invito á que me sigas.» 6. Enrique titubeó un poco, pero le gustaban demasiado las ciruelas para no satisfacer su desorde-
nado apetito.
Ciruelo.
7. De un salto traspasó el seto* y trepó á un
8. Pero el perro de la quinta empezó á ladrar tan desaforadamente, que el colono y todos los criados
acudieron inmediatamente.
9. Enrique pretendió huir; pero en su precipi- tación, se le encajó un pie entre dos ramas del árbol. 10. Estando así, como en una trampa, se le obli-
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gó á declarar que había pretendido robar ciruelas.
Ejercicio de dicción.
Los discipulos responderán de viva voz, Áá su manera, á las
preguntas siguientes:
1. ¿De dónde venían Enrique y Julio?
2. ¿Qué vivienda había en el camino?
3. ¿Qué vió Enrique al pasar cerca del jardín?
4. ¿Qué propuso á Ju- lio?
REFLEXIÓN: ¿Qué pen- sáis vosotros de la propo- sición de Enrique?
5. ¿Qué consejo dió Julio á Enrique?
REFLEXIÓN: ¿Cómo apre- ciáis vosotros las palabras y la conducta de Julio?
6. ¿Siguió Enrique los buenos consejos de Julio?
7. ¿Cómo entró Enri- que al jardín?
8. ¿Qué sucedió luego que Enrique hubo entrado?
9. ¿Qué sucedió á En- rique cuando quiso bajar del árbol?
10. Qué confesión se vió Enrique en la necesi- dad de hacer?
REFLEXIÓN: ¿Qué debe- mos hacer para no expo- nernos á la vergúenza, co- mo se expuso Enrique?