Esa noche el estaba muy feliz como para dormir y tanto amor movió su corazoncito de aserrín tanto que casi estalla. Y en sus ojos de botón de bota, que hacía tiempo habían perdido su pulido, llegó una mirada de sabiduría y belleza, por lo que incluso Nana lo notó la mañana siguiente cuando lo recogió y dijo, "¡Declaro que este viejo Conejo tiene una expresión de conocimiento!"
¡Ese fue un verano maravilloso!
Cerca de la casa donde vivían había un bosque, y en las largas noches de Junio el Niño le gustaba ir allí después del té para jugar. Llevó al Conejo de Peluche con él, y antes de deambular a recoger flores, o jugar a los bandoleros entre los árboles, siempre le hizo el conejo un pequeño nido en algún lugar entre los helechos, donde estaría muy acogedor, porque él era un niño bondadoso y le gustaba que el conejo estuviera cómodo. Una noche, mientras que el Conejo estaba acostado allí solo, viendo a las hormigas correr de ida y vuelta entre sus patas de terciopelo en la hierba, vio a dos seres extraños salir de los helechos altos cerca de él.
Eran conejos como él, pero muy peludos y nuevos. Debían haber sido muy bien