Página:The Velveteen Rabbit.djvu/36

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Durante mucho permaneció acostado sin moverse, observando los helechos y con la esperanza de que regresaran. Pero no regresaron y el sol ya se hundía más abajo y las pequeñas polillas blancas se alejaban aleteando, y el Niño llegó y lo llevó a casa.


Pasaron semanas y el pequeño Conejo se hizo muy viejo y gastado, pero el Niño lo amaba mucho. Lo amaba tanto que amaba a sus bigotes, y el forro rosado de sus orejas se volvió gris y sus manchas marrones desvanecieron. Incluso comenzó a perder su forma, y apenas se veía como un conejo, salvo al Niño. Para él siempre era hermoso, y que era todo lo que al pequeño Conejo le importaba. No le preocupaba cómo lo miraban otras personas, porque la magia del cuarto lo había hecho Real, y cuando eres Real que estés gastado no importa.

Y entonces, un día, el Niño se enfermó.

Su rostro estaba muy enrojecido y habló en sueños, y su pequeño cuerpo estaba tan caliente que quemaba el Conejo que estaba acostado junto al niño. Personas extrañas iban y venían en el cuarto y una luz estuvo encendida toda la noche y a través de todo esto él pequeño Conejo de Peluche estuvo allí, oculto de la vista bajo las sabanas, y nunca se movió, porque él

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