Página:The Velveteen Rabbit.djvu/40

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quedaba acatar las órdenes del doctor. Hablaron sobre todo esto, mientras el pequeño Conejo se encontraba bajo la ropa de cama, con sólo su cabeza asomando y escuchando. La habitación debía ser desinfectada, y todos los libros y juguetes con que el Niño había jugado en la cama debían ser quemados.

"¡Hurrah!" pensó el pequeño Conejo. "¡Mañana iremos a la playa!" El Niño había hablado a menudo del mar, y él quería ver las grandes olas llegando, y los minúsculos cangrejos y los castillos de arena.

Justo entonces Nana lo vio.

"¿Y qué pasa con su viejo Conejito?" preguntó.

"¿Ese?" dijo el médico. "¡Es una masa de gérmenes de fiebre escarlata!—Quemadlo ya. ¿Qué? ¡Tonterías! Conseguidle uno nuevo. ¡No debe tener ese ya más!"

Y así el pequeño Conejo fue puesto en una bolsa con viejos libros de fotografía y un montón de basura y llevadas hasta el final del jardín detrás de la casa de aves de corral. Que era un buen lugar para hacer una fogata, sólo que el jardinero estaba muy ocupado entonces para hacerla. Tenía que excavar papas y recoger chicharos, pero prometió venir muy temprano en la mañana y quemar todo el lote.

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