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POLÍTICA DOMÉSTICA 105

sidad exige no son siempre asequibles, porque estos bienes sólo resultan del hábito. Para gozar de la familia es indispensable vivir en ella, permanecer en ella y aceptar sus lazos. «La celda se hace agrada- ble á fuerza de habitarla» —dice el autor de La ¿mt- tación de Fesucristo.

La vida doméstica es una esclavitud, y no decimos esto para rebajar la familia, sino para enaltecerla; es una noble esclavitud, en la cual cada uno se debe todo átodos, según la bella expresión de San Pablo. Aun la autoridad— cuya causa defenderemos siempre, porque en ella está la salvación de la familia—es también esclavitud, pues la divisa de la familia pue- de ser esta santa palabra: «Nohe venido para ser servido, sino para serviros.»

Los principios de la ciencia del amor divino pue- den aplicarse á la ciencia del amor humano. El amor, según la doctrina de los grandes místicos, no es mercenario: si pide recompensa, no la obtiene; vive de sacrificios, es todo enteramente del objeto amado; siendo recíproco, cada uno recibe tanto como el otro puede dar; nada se reserva el amor, excepto la digni- dad y la virtud. Así es el amor, ó mejor dicho, así debe ser; pues en las condiciones en que nos coloca nuestra naturaleza, estamos incesantemente obliga- dosá descender delo ideal ¿lo real, y de la inflexi- bilidad de los principios á las condescendencias de su aplicación.