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136 POLÍTICA DOMÉSTICA

ridad á los que la rodean, se extralimita y produce, por torpeza de su vanidad, un efecto muy diferen- te del que se propone obtener: en semejante caso- no es posible que el marido esté muy dispuesto á entusiasmarse por las cualidades de su mujer. Y si esta disposición se encuentra en el espíritu de: algún optimista, no será la dominante; pues el há- bito de observar muy de cerca á una persona con: sus caprichos y rarezas, con sus debilidades y de- fectos, no predispone á formar ilusiones; por lo mis- mo es también harto difícil, en tal caso, hacer justi- cia á las cualidades más indisputables de cualquier persona con quien se vive. Algunas virtudes no pueden revelarse sino en ocasiones raras, mientras que los defectos se manifiestan frecuentemente, y jamás carecen de circunstancias para ofrecerse aun á las miradas más vagas. El marido está, pues, en la mejor situación para conocer los defectos del carácter de su mujer, y para no hacerse por su cuenta, bajo este respecto, ni aun la ilusión más aceptable.

Con esta disposición de espíritu ¿querrá un marido: Oir incesantemente á su mujer el elogio de sus cuali- dades? ¿La dejará en toda ocasión vanagloriarse de su paciencia, de su amor por la justicia, de su pru- dencia, y, sobre todo, de su abnegación? La abnega- ción es, en efecto, la virtud de que más gala se hace;