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POLÍTICA DOMÉSTICA 137

muchas personas tienen la manía de afirmar que la poséen, especialmente si son egoistas; es un manto de púrpura que el egoismo quiere echar sobre los defectos de la vida demasiado personal. En cual- quier ocasión en que una mujer orgullosa de su virtud sólo piensa en sí misma, alaba con elocuencia que parece llena de fe los milagros de su propia abnega- ción. «No me contento con meditar sobre la gra- vedad de mis obligaciones, sino que todo lo sé hacer para cumplirlas; sé imponerme sacrificios y privacio- nes por hacer felices á los séres queridos que el Cielo me ha confiado; comprendo la grandeza de mi misión y nunca retrocedo ante los rigurosos de- beres que me impone.» Esto dice ella para sí en sus meditaciones, lo cual es bastante para que se lle- ne de ilusiones, para que se crea una santa, com- parable con los mártires, y para que desprecie so- beranamente al género humano, á este pobre género humano que tiene la desgracia de no ser como ella,

Sin embargo, cuanto menos conforma sus accio- nes con semejante programa, y menos observa las bellas máximas de que hace gala, más irritación inspira; pues pocas cosas causan más enojo que la vanidad pretensiosa, ciega y egoista. Mientras alar- déa de sus cualidades, como cuando un pavo real muestra sus plumas tornasoladas, la oposición—to-