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148 POLÍTICA DOMÉSTICA

dominio, abandonar al azar los asuntos domésticos? Obrar así ¿sería comprender racionalmente la hu- mildad cristiana? ¿No será más bien pereza y apatía esa abstención á que algunas mujeres se reducen, so pretexto de circunspección ó comedi- miento? Nadie debe extrañar que una mujer supla la incapacidad notoria de su marido, ni que tome el timón de los asuntos domésticos, cuando sólo las manos de ella pueden tenerlo con el vigor necesario. Nada ofrece tan gran idea de la mujer, en la plenitud de las creencias morales, como una. madre capaz de llevar con noble y animosa voluntad las cargas de la familia, prever todas las necesidades, hacer frente á todas las dificultades y ser para su marido, como para sus hijos, una infatigable y vigilante provi- dencia. En verdad que no es raro encontrar ca- racteres tan elevados, y, lo que es más singular, en un mismo corazón, esa energía varonil y esa mo- destia graciosa, que serán siempre el más hermoso: adorno de la mujer que comprende la grandeza, sencilla y sin fausto, de su misión.

Toda mujer dotada de juicio recto, carácter fir- me y corazón generoso, debe ser en su familia la fuerza de los débiles, el consuelo de los que sufren, la luz de los ciegos, la paciencia de los que soportan con dificultad las penalidades de la vida. En vez de emplear sus privilegiadas facultades en el triunfo de