POLÍTICA DOMÉSTICA. 149
su egoismo, trabajando por dominar á los que la ro- dean, debe consagrarse á dulcificar los sufrimientos inseparables de la existencia, y á suplir bondadosa- mente toda falta de inteligencia ó de voluntad. Y como nadie debe envanecerse de los dones que ha recibido de la naturaleza, toda madre verdaderamen- te digna, en vez de querer dominar á su familia, procurará dar prestigio ásu esposo y ásus hijos, y disimular las deficiencias intelectuales y las imper- fecciones de carácter moral que vea en ellos. Así se hará toda de todos, á fin de afirmarlos en el buen uso de la razón yen la intimidad de un afecto mu- tuo.
Semejante influencia de la madre de familia, en vez de ser penosa para el marido y los hijos, será necesariamente bendecida por todos, y no tendrá que temer las reacciones que derrocan á los pode- res egoistas. La autoridad que no se hace sentir sino por beneficios, es la única que puede prome- terse conquistar corazones, dirigir inteligencias y gobernar voluntades. Según la idea cristiana, el poder es un ministerio, es decir, un servicio, y no un medio puesto en manos de las personas que ejer- cen autoridad, para que se eleven orgullosamente sobre las demás, sometiéndolas á los caprichos que la imaginación desenfrenada puede engendrar.
