POLÍTICA DOMÉSTICA 201
dios, con mejores salarios; todas éstas tienen sor- tijas, todas se adornan con uno ó muchos dijes; nuestra joven observa lo que ella se diferencia de las demás, y su vanidad padece: desde entonces sólo piensa. en los medios de satisfacer su naciente ambición de ponerse al nivel de sus amigas. Más de una vez, la seducción, siempre en vía de explo- tar la afición al lujo, hace criminales tentativas; la joven, garantizada por sus principios, no sucumbirá, pero su trabajo, ya muy penoso, sólo basta para lo necesario. ¿Cómo costear lo superfluo? Un medio resta: el de prolongar el trabajo, en veladas: este medio responde favorablemente á su fin, y la nueva oficiala llega á tener dijes; pero estos ador- nos, unidos á las gracias naturales de ella, no hacen más que aumentar las dificultades, porque ahora ve que sus vestidos no están en armonía con el nue- vo lujo, y que es indispensable adquirir otros de más precio: nuevamente tiene valor para recurrir á su primer medio. Empero como sus fuerzas no pueden crecer á medida de los trabajos necesarios para obtener los objetos de sus deseos vanidosos, la salud se altera: una enfermedad consuntiva se declara: es necesario, ¡ay!, dejar el trabajo, para recibir en la casa paterna los últimos auxilios. ¡Ce- sa, Oh buena madre, cesa de llorar á tu hija, con- sidera que la vanidad que la mata, hubiera podido deshonrarla!
