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Página:Trabajos del 4to Congreso Científico - Volumen 11.djvu/171

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do, que no podía hacerse sin auxilio de un instrumento que facilitase el viaje y lo pusiese á cubierto de los peligros de la travesía, le inspiró la contrucción de una embarcación igual ó tal vez parecida á aquella en que sus antepasados llegaron a esas islas.

El hombre primitivo del Archipiélago, inspirado por el medio en que vivía, se hizo constructor y construyó la embarcación sobre la cual podría ir de isla en isla, llegar al continente próximo, cuyas blancas cordilleras le invitan a visitarlo.

Aún se ve en Chiloé, surcando por los canales, el bongo ó huampu, que no es otra cosa que un tronco de árbol ahuecado, que ha de ser un remedo de la primitiva embarcación chilota y acaso también de la embarcación oceánica tradicional.

Tenemos, entonces que, por las exigencias del incremento de la población, el indio chilote necesitó una correspondiente expansión territorial donde establecer el exceso de una población, que en las islas se sentía estrecha y acaso hambrienta.

¿Qué dificultaba entonces su translación á otras tierras en donde era probable que las condiciones de la vida serían menos dura?

Ya poseían aquellos la embarcación que les facilitaba el cambio de vivienda, y cambiaron en efecto.

El estímulo para la emigración persistía en todas las causas apuntadas.

La población isleña sentó al fin su planta en el continente.

Las ventajas del cambio de este nuevo ambiente elegido para vivir se le impusieron desde los primeros momentos.

La vida en esas comarcas era más tranquila y exenta de guerras con los vecinos.

Allí se disfrutaba de mayor comodidad, porque las lluvias y las nieblas que envolvían perpetuamente al Archipiélago no se sentían con la misma persistencia.

El suelo ofrecía variedad de frutos tuberculosos, granos y plantas alimenticias y los árboles regaladas y sabrosas frutas. La papa, llamada por ellos poñi, el lahui, el gnadu, el trroltrro, el liuto, tan conocido y usado entre nosotros; el huegen y el mango, cebadilla de que hacían harina y comidas; la teca, el madi, la quinua y la teatina, tan abundantes; varias especies de altramusas, que daban granos semejantes al frejol, así como la arvejilla que producía un fruto semejante á la arvejilla común; la frutilla ó llahuen que aún tapiza grandes extensiones de los campos del Sur; el pangue, que les ofrecía la nalca; y el rahuay, tan gratos durante la estación estival; la romaza y el rábano, que comían y comen cocidos; el gudón ó tallos de nabos; los brotes del colihue y la quila, etc., son aún apetitosos alimentos del indio; el piñón o pehuen que aún llena las rucas de los indios con acopios para la estación escasa de las lluvias; el maqui, el peumo, el boldo, el queule, el copihue, el cóguil, la murta, el cauchao, el huingán, el chupón o achupalla, así como gran variedad de hongos alimenticios, etc.

Por los campos pululaban animales de suculentas carnes, de sana alimentación, y los aires y los ríos les ponían al alcance con poco esfuerzo de lo que en sus tierras habían dejado.

La nueva tierra era mucho mejor que las nebulosas del Archipiélago, mil veces mejor.

Influída por la situación que aquella comarca les había ofrecido á los primeros inmigrantes, la población isleña envió nuevos contingentes que fueron radicándose en el continente, las que respondían mejor a las exigencias de sus necesidades.

Así fueron formándose agrupaciones en las tierras más fértiles, y diseminándose á medida que la población adquiría mayor desarrollo.