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que el pueblo quería salvar, estorbando á los perseguidores.

De esta suerte escapó del banquillo el que desconfiaba de la amistad, y sin embargo, fué el amigo de última hora quien le salvara la vida exponiendo la suya.

El bravo veterano de Salta y Tucumán, Santiago Neirot, burló así el banquillo, y á milagro del Santo de su nombre, devoción de familia y Patrono del pueblo de su nacimiento, atribuyóse, pues que la inspiración del ardid de su fuga le vino, cuando hincado y absorbido en la oración estaba mirando el caballo blanco de la imagen, por su buena madre heredada.


IV

Pero la persecución continuó. El irrascible Coronel no era hombre de dejarse burlar por ningún santiagueño, ni creía en otros milagros que en el de su facón. Sabiendo que el amor á la familia era su virtud predominante, perseguíale á sol y á sombra rodeando el rancho de espías.

Algunos años pasaron. Suponiendo el desertor estaban cansados de buscarle entre enmarañados mistoles, atraído por el imán irresistible del cariño, cierta obscura noche que rondaba la