aquella escuela de la otra cuadra. Por lo demás no apuntó esa cuenta.
— Pues, yo no apunto otras que las que me vienen á cobrar y nunca pago, calculando, no lo más rico que por ellas me encuentro, sino cuan más pobre sería de haber prestado á tantos amigos de mala memoria, que de tal modo olvidan la hora de la devolución, á punto de que nunca llega ésta, perdiéndose siempre, el préstamo y el amigo.
Y otro paso atrás, nueva repasada.
— Pues, mire usted, lo que es á mí, señor don Evaristo, de no ser una que otra paliza, á la que no siempre llego á sacar el cuerpo, nunca me han agradecido ni dado nada, ni siquiera cuando estuve guardando esta puerta, — señalando al pasar la de anterior aventura.
Y como estribillo inacabable, dejaba caer la mano sobre el brazo de su interlocutor, quien, por costumbre, daba otro paso á retaguardia, sacudiendo su pañuelo. Tantos toques y retoques, á más de una docena ascendieron, de una á otra bocacalle. Por la vereda de enfrente, larga cola iba extendiéndose con los doce apóstoles de la apuesta, festejantes de la cargosidad del burlón tan charlatán, los que al llegar al poste de la Merced, (cañón que bala en boca, subsiste donde lo tomaron á los ingleses), nutrido palmoteo y aplausos