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II

Cumplen noventa y un años de la noche en que llegó á oídos de San Martín el primer rumorcito amotinador, ocurriendo á la hora en que reunidos los conspiradores en medio de ellos, y al abrir de pronto las puertas de la sala, desciñéndose la espada que colgara con su falucho, se adelantó, exclamando en su buen humor de pocos momentos:

— ¡Hola, mis amigos! Cuánto celebro encontrar reunidos los compañeros de Chacabuco y Maipo. Esta noche es de alegría; llegan noticias de los chapetones que se descuelgan de la sierra, y aproximándose, nos evitan marchas y contramarchas por cordilleras y vericuetos. Vamos á brindar por aquellos primeros laureles que juntos recogimos en la cuesta de Chacabuco y en el valle de Maipo.

Todos sorprendidos alzaron, no sus espadas, sino las copas, renovando sentimientos tan a tiempo recordados.

Presentándose en la hora de la ingratitud el General desarmado, en medio de compañeros que condujera tantas veces á la victoria, había desarmado á los más exaltados.


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Transcurridos algunos días, el vientecito