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prohibición de toda corrida en día festivo, no pudiendo ir á la plaza se fueron á la playa.

Con la boca abierta lelos quedaron los curiosos al divisar «¡miserable visum!» cómo se movía y empezaba á virar, sin rumbo norte fijo, una embarcación sin velas ni remos que á poco andar salió echando chispas entre silbatos y espesa humareda, barquito que parecía ardiendo por dentro, y cuya alegre caravana embarcóse intrépida á descubrir el vellocino de oro, que tal resultó la exportación de vellones de lana del Plata, mina de mayor rendimiento que las del Potosí. Era el bergantín «Druid» (Capitán Bell) que á todo vapor y en sólo seis horas efectuó rapidísima travesía de tres leguas, enfrentando las barrancas de San Isidro, en cuyo microscópico puerti del borrascoso Sarandí, escondido entre ceibos y sauzales, no se arriesgó. De popa á proa, de la quilla al mástil, todo era inglés. Sobre cubierta ó entrepuente, por todos lados se oía el idioma del mar, y hasta la sirena silbaba con pronunciado acento irlandés. No faltó quien murmurase «sotto voce» andaba el barco con los tornillos flojos, ó algún tornillo faltaba á quienes tan vanamente se exponían.

Esos audaces hijos del mar, los ingleses, están acostumbrados á ahogarse, pero atrevidos debieron ser, argentinos que se embarcaron con los compatriotas del Comodoro Brown, único extranjero