fúnebre en nombre del gobierno de que formaba parte con don Emilio Castro y el doctor Malaver, igualmente discípulos, y al que estos recuerdos evoca tocó unir su palabra en nombre del Departamento de Escuelas, de que era Secretario.
A los cincuenta años de día tan angustioso al corazón de los condiscípulos, me es dable pedir á mis colegas en diversas asociaciones de propaganda educacionista, de Historia, Numismática y otras, honremos la memoria de tan eximio benefactor. Muy especialmente del señor Presidente del Consejo Nacional de Educación, doctor Ramos Mejía, que con tanto aplauso inicia el «Monumento al maestro de escuela», solicitamos que una de las Escuelas proyectadas, en memoria de educacionistas como Argerich, Montero, Rufino Sánchez, Sastre, Sarmiento, Juana Manso, se denomine «Escuela Juan Peña», colocándose en sitio preferente el artístico busto en mármol que han costeado sus discípulos.
Bueno es no olvidar que la escuela es el secreto de la prosperidad de los pueblos. Recordar á quienes en tiempos más difíciles ejercieron su apostolado, es levantar manto más pesado que el de la muerte: el olvido, frecuente ingratitud de los beneficiados.
Lamentamos que de este Maestro de