seguir como antaño, no semillero de vacas, sino de pleitos, legaremos á nuestros hijos. Hoy nadie sabe lo que tiene. Basta un cuatrero en la vecindad para que señale y contramarque haciendas alzadas ó aquerenciadas, como acontece á Portugués en Tapalqué.
— Eso estará bueno allá por Prusia, donde las cabañas suelen ser no más grandes que poncho pampa. Pero á más de lo costoso de largos alambrados, ya tendrá que galoparse en vueltas y revueltas por el campo, para dar con la tranquera que dé paso. Una simple disparada de yeguas en noche de fuerte pampero, los echarán al suelo. ¿Cómo se va á evitar el paso de las tropas? El capataz no ha de respetar que le cierren el camino, usando como adminículo indispensable el cortaalambre colgado al tirador.
En lo más acalorado de la discusión arribó cierto sembrador de ideas, que si bien sólo cultivaba por entonces mimbres en Carapachay, fertilizó muchas inteligencias infantiles y también de grandulitos pradera de su predilección, agregando:
— Señores míos: mientras cada estanciero no cierre bien su propiedad, no sabrá cuántos de los animales que pastan dentro de ella son de su pertenencia — repetía el señor Sarmiento saludando á la reunión.