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risueño, contestaban muy bien, disimulando chichones y cardenales.

Primeros mártires del progreso, al sentarse inadvertidamente, algunos de ellos, más que de pronto se levantaba, y seguian refiriendo entre suspiros mal disimulados, las delicias de un viaje de placer, no fuera á ahogarse la fiesta de un ferrocarril, que inauguraba su descarrilamiento antes de su inauguración.

Con todo, terminado quedó este último, gozando sus constructores de muchos días de asueto, pues no asomaban los guapos decididos á viajar.


IV

Aquel año no hubo Santa Rosa.

La linda limeña, caprichosa como todas las bellas, no se daba á los vientos de otros años.

Reservaba sus ímpetus, sin duda, para el siguiente, en el cual como en 1780, no dejó títere con cabeza, viejo con peluca, mástil con vela, ni chimenea con veleta.

De entonces viene el adagio popular: «Como el temporal de Santa Rosa».

La mañana del 29 de Agosto de 1857, á la hora en que generalmente se andan atrancando puertas y ventanas, en previsión de tormentas y ventarrones, apareció tibia, perfumada, transparente,