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VI

Al regresar en treinta minutos, cinco menos que en el viaje de ida, para recorrer los diez kilómetros, no faltaron episodios curiosos, como el de un muchacho que por apuesta se tendió sobre la línea pasando el tren sobre él; y el cacique Yanquetrús, que subió buscando dónde escondían el caballo como-carbón y respira llamas...

Diez pesos papel moneda de entonces, costaba el pasaje de ida y vuelta, y cinco en carruaje descubierto, en toda la extensión de la límea, cuyo primer viajero fue el doctor Vélez, y su primera víctima el filántropo señor Miró.

Aquellas dos primeras leguas de rieles, han valido más á la vida y al adelanto de Buenos Aires, no obstante las guerras posteriores, que cuanto se proyectó y realizó cuarenta años atrás.

Si los millones gastados en guerras desde 1857, se hubieran invertido en la prolongación de líneas férreas, apenas distaría hoy dos leguas, la estancia más lejana de una Estación.

El ferrocarril fué también la mejor arma contra la guerra. Su rapidez ha reducido las últimas á su menor expresión, y sin duda no se habría prolongado cinco años la del Paraguay, á haber llegado entonces los rieles á Formosa.