República, cuyos sobrantes de riqueza en millares de millones del dorado grano se exportan, ¿por qué resonaban en todos sus ámbitos órdenes y clarines de matanza? ¿Es que para tener ópima cosecha indispensable fuera abonar la tierra, una vez más, con sangre de hermanos?
Nada más distante de nuestro ánimo al tributar homenaje á los promotores de triunfo tan benéfico en sus resultados, que el de revivir apasionamientos ó reabrir heridas cicatrizadas.
Acciones hay que se valorizan por sus consecuencias, y fué la de aquel día algo más que la brillante carga de caballería llevándose todo por delante, de un lado; á la vez que por el opuesto el ímpetu de la infantería de Buenos Aires vencía todo obstáculo hasta formar sus armas en pabellón en los jardines de Palacio, durmiendo sobre el campo de batalla.
Esas armas en descanso, cuyos pabellones desarmáronse sólo cuando déspota extranjero invadió el suelo de la Patria, marchando desde entonces en estrecha fila los que allí se desgarraban, y esas mismas denominaciones «porteños» y «provincianos» que empezaran á desvanecerse, no fueron los menores timbres de jornada que terminó en el abrazo nacional...