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dejaba en las trovas de ocasión, á la chinita que pastoreaba, al dejar su pago del Santuario:

Oh! devota lujanera
Un granito de tu sal
Que cura de todo mal
Derrama en mi limosnera.


A lo que contestaba piscoira que á otro prefería:

Andá con los salineros,
Jactanciosos y embusteros.


Redoblábase el contento antes del último sueño de la partida fijada para la próxima diana, después de la que muchos de los acompañantes hasta aquel fortín avanzado, del otro lado del zanjón de Samborombón volverían á sus pagos.

Y dentro el largo rancho de la Comandancia continuaba el ruido de platos y botellas, y rumor del servicio incesante prolongado después del toque de silencio.


IV

— Esto augura buen resultado en la cruzada, — observaba el Capitán Tejedor, lleno de satisfacción ante el feliz alumbramiento de su esposa en