víspera de la partida, que con uno ú otro pretexto hacía días demoraba.
Pues no era nada lo que faltaba!
Militar pundonoroso y cumplidor, por inconvenientes de familia no podía dejar de estar listo para el día designado, y por otros sentimientos, cuesta muy arriba se le hacía alejarse, dejando á la buena compañera de sus más bellos días, en aquel desamparo y en tan crítica espera...
La partida no podía retardarse más.
Pero la esperada fué bienvenida, é hizo obra buena desde su primera, con la gracia andaluza que nunca á sus dichos faltaba, observó el padrino: «Esta hija ha venido haciendo bien desde antes de nacer, pues su primera obra buena ha sido llegar á tiempo»...
Ya el toque de silencio había dado el clarín del Cuartel General, uno que otro esparcido fogón humeaba apagándose, y algún relincho ó bajo eco perdido en la soledad oíase cuando todavía las copas del prolongado festín resonaban.
Entonces el anfitrión, deseando poner fin, por lo avanzado de la hora, alzando la copa y dirigiéndose al padrino, acabó su último brindis, diciendo: «...Destinada á su hijo, compadre! porque su primogénito me la haga feliz, á mi recién nacida».
Sin presentir que tal brindis habría de tener