Padecía el achacoso Comandante de oculta y traidora afección al corazón, de la que han muerto la mayor parte de la familia Balcarce, y cuando mejor parecía, dijo ésta, hasta aquí no más.
Lamentable era tan inesperada pérdida. Llorado por sus soldados y sentido por cuantos le conocieron.
Entonces el Capitán Tejedor, segundo Jefe de la expedición, reasumió el comando de ella, siendo su primer acto dar cristiana sepultura á los restos del amado jefe, enterrándole con los honores de Ordenanza. Celebróse en el desierto solemne misa de cuerpo presente, á la que las mil quinientas personas acudieron, arrodilladas y contritas en media pampa, bajo la grandiosa bóveda azul, inmenso templo de la naturaleza, con corazón sencillo y lagrimoso semblante.
Bien marcado dejó Tejedor el sitio de su tumba bajo verde sauce llorón á la orilla de una laguna para rescatar de aquellas soledades, á su regreso, restos queridos, entregándolos á sus deudos en Lujan.
Así lo hizo, y al volver por el mismo camino, les exhumó con igual solemnidad y su familia dióles definitiva sepultura en el campo santo de los Domínicos, que por entonces caía sobre la calle á que posteriormente sus hijos dieron nombre,