Comprueba ello una vez más que siempre es bueno ser bueno, aun con malos; pues supo don León portarse como hombre honrado y buen cristiano en todas las circunstancias de la vida.
Consiguió hacerse querer de todos. Primeramente por las prendas que vestía; reservando para canjearlo, por su varonil belleza y hasta por el recuerdo de su humanitario tío, gobernante que consideró á los indios, y en todas partes llegaran á apreciarle.
De más de una toldería lo pedían prestado, cuando en compañía del Padre Montañés empezaron á instruir á las indias, en cristianos principios y, sin duda en otras muchas cosas...
Así acabó ésta que pudo llamarse la expedición de los milagros; pues milagro y no chico fué que no mataran á Rozas, que lo conservaran intacto por tanto tiempo; le exhibieran, comprobando su existencia; volviera, resignado cristiano, á seguir la suerte de sus compañeros cautivos; que al fin lo entregaran por las exigencias de Gómez; y, por último, y no el menor de los milagros, que una partida tan reducida salvara