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V

Muchos años habían transcurrido.

Cierto día nos encontramos frente á Liniers contemplando lo que había sido cincuenta años después de su muerte, y más singular, en el momento de su último naufragio, pues el que llegó á la cumbre de la gloria en Buenos Aires, fué tan desventurado hasta después de sus días que, muerto, se fué al agua.

En otra noche de plena luna cual la en que navegaba la de sus sueños en el Plata, surcábamos el Paraná acompañando la diputación de Buenos Aires que se dirigía al Congreso en la ciudad de aquel nombre. Sumamente crecida, la corriente era tan rápida que al choque violento de la primera lancha de tierra, fuese al río negro bulto que pasando rápidamente á popa del vapor apenas alcanzamos á distinguir. Cuando momentos después regresaba la urna pescada, supimos contenía los restos del general Liniers y sus compañeros muertos en Cruz Alta. La comisión presidida por don Juan Barra y el cónsul de España en el Rosario, según Fillol, conducía las cenizas de Allende, Concha, Moreno y Rodríguez, jefes levantados en armas contra la revolución de