Nos refería en Madrid, no hace muchos años, el señor conde don Santiago Liniers (sobrino), que de allí le expidieron título de «Conde de la Lealtad» cuando nuestro Cabildo le impidiera usar el de «Conde de Buenos Aires» que él había elegido.
¡Infortunado reconquistador! Antes que su biógrafo español advirtiera de menos en el lugar solitario, testigo de la hermosa muerte de aquel hombre de bien, una lápida que recuerde su nombre y su vida, nombre que escribir debieran con emoción profunda, juntas las manos por efusión generosa, la piedad argentina y la gratitud de España, ya había escrito nuestro gran historiador Mitre:
«Fué un bravo francés que se ilustró entre nosotros como el primer caudillo militar que nos condujo por primera vez á la victoria, al ensayar las armas con que conquistamos la independencia, siendo por la fatalidad de los tiempos la primera víctima inmolatoria de nuestra revolución. ¡Gloria es debida al héroe franco-hispano-argentino de la reconquista y de la defensa de Buenos Aires! Sobre su tumba pueden darse el abrazo de fraternidad españoles y argentinos, y honrar juntamente la memoria de un hijo de la heroica Francia».
¡La heroicidad y el martirio son de reconocimiento universal!