Castelli, Tellechea, Sánchez, de la Quintana, bajo él, diseminábanse en corrillos, sottovoce, a lo largo de la sillería en hilera arrimada al muro, señoritas de Rubio, Oromí, Balbastro, Barquín, De María, y Encarnación, Trinidad, María Nieves y Remedios Escalada: las jóvenes en las sillas más bajas, los caballeros en las de más alto respaldo.
Esta última había dicho en noches anteriores, al salir los contertulianos de malilla: «No olvide decir á su hijo que no falte el quince. Después del rosario daremos unas vueltas.» Y es por tal secretito conspirador, en confidencia á cada uno de los que salían, que tiesos señorones de todas las noches, Escalada, Azcuénaga, Larrazábal, Casamayor, Luca, Aguirre, rodeados se encontraron de jóvenes que iban entrando: Olazábal, Rubio, Rezábal, Necochea, Riglos, Oromí, Barquín, paseándose impacientes por el patio, mientras concluía el interminable rosario, cuyas jóvenes devotas, al través de las rejas de la ventana del aposento, dirigían furtivas miradas con mayor devoción á los percundantes, por descubrir cada una si llegaba su cada cual.
Más de una noche de infaltable malilla, en que la juventud bostezaba por los rincones, mientras viejos discutían su tresillo, había acabado en baile improvisado, al volver del café á la vuelta