IV
En el enjambre de clérigos que infestaban Huamanga, encontrábase uno á quien si bien nadie acusaba de vicioso, tenía en cambio sólida reputación de tonto. Rechoncho, de frente chata, pelo de crin y color cotrino, era feo hasta para feo.
Arbitranilo la manera de salir de penurias y próxima la época de abrirse concurso para proveer los curatos vacantes, ocurrióle un expediente que el infeliz ereyó inspirado por el cielo. Fué el expediente escribir, en nombre de la Virgen de Socyacato, una carta al obispo.
Hallábase su ilustrisina solo en su salón, cuando se le presentó el clérigo y le entregó la carta de recomendación. Decía ésta así: Mi querido hijo Pancho: El dador de la presente es mi compadre es piritual, por quien me intereso, y te suplico me hagas el favor de atenderlo dándole el mejor curato, pues así te lo pide tu afectísima madre
LA VIRGEN DE
SOCYACATO.
Apenas termino el obispo la lectura de este original billete, cuando acometió á mojicones al recomendado.
—Picaro! ¿De dónde viene ese compadrazgo? ¿Le cargaste el hijo á la Virgen María ó la Virgen cargó el tuyo?
El clérigo sufrió los golpes con cristiana mansedumbre, y cuando vió al Sr. López Sánchez algo calmado, le confesó que había recurrido á ese embuste porque en todos los concursos salía desairado, más que por su falta de ciencia, por lo ruin de su estampa.
Agradó al prelado la ingenuidad y le contestó sonriendo: Ah, bellaco! De buena aldaba te has agarrado esta vez. Vécon Dios, y dile á tu comadre que no será desairada.
Y en efecto, el pobre clérigo obtuvo en el concuso un modesto beneficio.
V
Ya hemos dicho que la corrupción del clero, en la época del Sr. López Sánchez, ora espantosa. La empresa moralizadora que se había propuesto llevar á cabo era superior á humanas fuerzas, y tenía que sucumbir en ella, como todos los obispos de Huamanga que antes y después de él trabajaron por la reforma. Los obispos que á poco de instalalos no renunciaron la mitra, sino que se decidieron á luchar con la virilidad y cons