Tuvo, pues, Pepote no sólo que confesarse y recibir en la espalla des nuda tres ramalazos con una vara de membrillo, sino que (y esta es la gorda para que viviese en gracia de Dios, se le forzó á contraer matrimonio con una hembra de peor carácter que un tabardillo entripado, con la cual hacía mesos mantenía no sé qué brujuleos pecaminosos. Item (y) el ítem es cola de pavo real) la novia le traía una suegra más feroz que tigre cebalo.
Desde entonces, Pepete se lió un par de puntadas en la boca y no volvió á meterse en filosofias. Á lo sumo, cuando su mujer le armaba un tiberio y la suegra lo arañaba, se conformaba con murmurar: —Vaya si tuvo razón el padre cura! Ahora sí que creo en el infierno; porque con suegra y mujer, lo tengo metido en casa.