TRADICIONES PERCANAS
meses en la categoría de hostia sin consagrar, siendo notorio de toda notoriedad, como dice un amigo, que «En las felices regiones donde pasó este suceso, abundaba mucho el queso....y mucho más los ratones.»
EL PRIMER TORO
Gentil chasco se lleva quien, juzgando por el título, piense que voy á ocuparme por lo menos del cornápedo que con Noé desembarcó del Area, y que cristianamente debo creer y creo que fué el padre y fundador de la familia. No, señores. Más humilde es mi propósito.
Se me ha exigido un artículo corni—tradicional, y no hay forma cle salir por la tangente del compromiso. Mis amigos afirman que en cada pelo del bigote escondo una tradición, y ello debe ser cierto, que de cortés peco para decirles que no están en lo verdadero. Déme Dios llevar á buen término esta serie de narraciones, y rompo la tijera para que no crie moho por falta le paño en qué cortar. Entretanto, pecho al agua y al avio; no digan, si alargo el preámbulo, que soy como el guitarrero del Tajamar, que todo se le iba en puntear y puntear.
Amén de la renta que su majestad acontara, según reales cédulas, á sus viso—reyes en el Perú, eran éstos festejados, siempre que por razones del buen servicio les ocurría ir de visita al puerto y presidio del Callao, con una salva de cañonazos; pero que laba á merced del virrey elegir entre los disparos, que á la postre no son más que humo y estrepito, ó reclamar en limpia plata lo que había de gustarse en pólvora. Si no mienten mis apuntes, eran quinientos duros los al año asignados para tal bambolla Diz que no faltó representante de la corona que optara por la ración en crudo, en lo cual tengo para mí que procedió con seso.
Otra real cédula prevenia que cuando el virrey asistiese al coliseo, los comediantes ó su empresario tenían la obligación de entregar al mayordomo ó repostero de palacio algunos patacones para sorbetes y tente eu pie de su excelencia y comitiva. Añaden los maldicientes que