pante, convinieron en dictar al escribano D. Bernardo Gamarra, padre del que fué presidente del Perú, el siguiente inapelable fallo: — Confirmase el apelado, y con costas.—Cinco rúbricas.
Y como á D. Fulano Landázuri, el litigante cócora, no le quedaba otro camino que el de recurrir al Consejo de Indias, y eso era gastadero de muchísima plata, tiempo y flema, se conformó con lo decidido por la Audiencia, satisfizo treinta reales vellón por costas, y (como ustedes lo oyen) sin más reconcomios, derechito, derechito, se fué..... al demonio.
UN DRAMA ÍNTIMO
(A D. Adolfo E. Dávila) Ni época, ni nombres, ni el teatro de acción son los verdaderos en esta leyenda. Motivos tiene el autor para alterarlos. En cuanto al argumento, es de indisputable autenticidad. Y no digo más en este preambulillo porque..... no quiero, ¿estamos?
I
Laurentina llamábase la hija menor, y la más mimada, de D. Honorio Aparicio, castellano viejo y marqués de Santa Rosa de los Ángeles. Era la niña un fresco y perfumado ramilletico de diez y ocho primaveras.
Frisaba su señoría el marqués en las sesenta navidades, y hastiado del esplendor terrestre había ya dado de mano á toda ambición, apartadose de la vida pública, y resuelto á morir en paz con Dios y con su conciencia, apenas si se le veía en la iglesia en los días de precepto religioso. El mundo, para el señor marqués, no se extendía fuera de las paredes de su casa y de los goces del hogar. Había gastado su existencia en servicio del rey y de su patria, batidose bizarramente y sido premiado con largueza porel monarca, según lo comprobaban el hábito de Santiago y las cruces y banda con que ornaba su pecho en los días de gala y de repicar gordo.
Tres ó cuatro ancianos pertenecientes á la más empinada nobleza colonial, un inquisidor, dos canónigos, el superior de los paulinos, el comendador de la Merced y otros frailes de campanillas eran los obligados concurrentes á la tertulia nocturna del marqués. Jugaba con ellos una partida de chaquete, tresillo ó malilla de compañeros, obsequiábalos á