como infamante memoria del vencido caudillo. Las lágrimas de la huerfana caían sobre los cortesanos del demonio del Mediodía como la lluvia sobre el arenal Entonces acudió á su tío Hernando, imaginándose encontrar en el un corazón á quien hacer partícipe de las penas del suyo. ¡Horrible desilusión: El hermano de su padre la apostrofó con estas feroces palabras: —Hija de mala madre y de peor padre, apártate de mi vista! Yo no soy deudo de ese traidor Gonzalo de quien me hablas.
Despreciada de todos en España, emprendió doña Inés viaje de regreso á Lima, diciéndose: «A mi tierra me vuelvo, que Dios no se ha muerto de viejo, y en este mundo endíablado no hay bien cumplido ni mal acabado. Así la fama de su belleza como la de sus desventuras en la corte, eran tema obligado de conversación en el Perú; y cuando se hablaba de su próxima llegada, dos hidalgos se presentaron al virrey, conde de Nieva, solicitando la mano de la hija del ajusticiado.
Era el uno D. Lorenzo de Cepeda Ahumada, hermano de Santa Teresa.
Era el otro D. Baltasar de Contreras, español también, mancebo de veinte años y á quien, niño aún, habían traído sus padres á Lima.
El virrey resolvió dejar iguales á los romancescos galanes de dama á quien ni por retrato conocían, y escogió para marido de doña Inés á un hombre de edad madura y de cuantiosa fortuna.
Al desembarcar la hija de Gonzalo, se encontró con la sorpresa do que no era ya libre para disponer de su suerte, y aceptó de buen grado el esposo que le habían elegido.
El hermano de Santa Teresa, al fin hombre de mundo, se encogió de hombros y asistió á la boda acompañado de Contreras, el otro pretendiente desairado. Pero el fantástico joven, al conocer á la novia, se sintió verdaderamente apasionado de ella, y abandonó el templo sin presenciar el fin de la ceremonia. Tres días después, D. Baltasar de Contreras vestía el hábito de religioso agustino. Fué un sacerdote ejemplar por su talento y virtudes, y asociarlo al padre Juan Vera, conocido con el mote del Pecudor, fundó en 1619 el conventillo ó Recolección de Guía.
El padre Contreras hizo un viaje á España; no quiso aceptar un obis pado con que le brindaron en la corte; y después de haber ejercido los principales cargos de la orden, murió en Lima en 1632 y de edad casi nonagenaria.
En cuanto a la hija del ajusticiado, fué incansable en defender y honrar la memoria de su valiente y generoso padre, cuya cabeza vió, al fin, robada de la picota y puesta en lugar sagrado.